Mauricio UTRILLO (1883-1955)

Carta autógrafa firmada.

Una página en-4° con bordes deshilachados.

Le Vésinet. 6 de noviembre de 1948

Utrillo se opone a su comerciante Pétridès en el famoso escándalo del “falso Utrillo”.

“Maestro Maurice Garçon, tuve algunos negocios y contratos con el señor Paul Pétridès. Estando en la necesidad de revocar el poder que le otorgué, vengo a pedirle que se haga cargo de la defensa de mis intereses . Con mi agradecimiento, te expreso, mi querido Maestro, mi agradecimiento anticipado. Maurice Utrillo, Artista-Pintor. »

Pocos pintores han despertado tanto como Utrillo los deseos de los falsificadores. Estos últimos, durante la primera mitad del siglo XX, adquirieron tal confianza que muchos expertos experimentados, con las narices pegadas a la lona, ​​fueron objeto de abusos regulares.

En 1935, Maurice Utrillo firmó un contrato con el marchante de arte Pétridès que reservaba la venta de toda su producción.  Este acuerdo se renovó varias veces y luego, habiendo surgido dificultades temporales, el pintor Jean Pinson-Berthet, propietario de una pequeña galería, Faubourg Saint-Honoré, fue contratado en 1945 para compartir los beneficios del contrato de Pétridès. Esto duró dos años hasta que Utrillo despidió a Pinson-Berthet tras varios desacuerdos.

Poco después de esta pausa, constatamos la llegada al mercado de veinticuatro cuadros de Utrillo, que Pétridès declaró falsos. Una investigación condujo al descubrimiento en Troc, en Loir-et-Cher, en una casa de campo de Pinson-Berthet, de un lienzo recién pintado firmado por Utrillo y dos bocetos; una calle de Montmartre y la casa de Mimi Pinson.

Pinson Berthet huyó dejando una carta en la que protestaba por su inocencia. Declaró ser víctima de una conspiración, nacida de sus problemas con la esposa de Utrillo, Lucie Valore (que, según él, completó y firmó los cuadros de su marido) y de sus dificultades con el Sr. Pétridès " que tiene asegurado un monopolio de ventas". , tanto es así que le conviene declarar apócrifos todos los cuadros que no pasan por sus manos.

Defendido por Maurice Garçon, Utrillo vio juzgado este caso en 1950, ante el tribunal penal de París.

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