André Bretón (1896.1966)

Manuscrito autógrafo firmado – PHOENIX DU MASQUE.

Cuatro páginas en-4° sobre papel azul. Slnd [diciembre de 1960]

Insignia firmada por Breton al principio del manuscrito [probablemente a Gualtieri di San Lazzaro]

“Entra firmemente en la intención surrealista de proteger la máscara del viento del escarnio y de las manchas del carnaval. »

Como conocedor informado, André Breton analiza a posteriori el éxito de la exposición “Le Masque” que se celebró en el museo Guimet durante la primera mitad de 1960. El surrealista Hérault, coleccionista empedernido de arte primitivo, es elogiado hasta el cielo, En este texto destinado a la revista de arte del siglo XX (fundada por Gualtieri di San Lazzaro), las virtudes hipnóticas del adorno y la máscara, puertas abiertas a las regiones del inconsciente, constituyen una forma de ideal surrealista.

_________________________________________

 

“De prisa, con amistad, André Breton. »

FÉNIX DE LA MÁSCARA

La exposición “La Máscara”, que se celebró desde diciembre de 1959 hasta finales de septiembre de 1960, despertó un interés excepcional. Su gran éxito se debe, sobre todo, a la preocupación de los organizadores por dar protagonismo a piezas del tipo menos común en Europa, empezando por las máscaras esquimales, las de la costa noroeste del Pacífico y las máscaras Pueblo (indios Hopi), Zuni. del suroeste de Estados Unidos). El hecho de que aquí se les asegurara, por primera vez, una presentación digna de ellos podía, finalmente, invalidar el criterio (inculcado por los marchantes a los aficionados de tercera categoría) según el cual, incluso más que la calidad de la ejecución, sería la edad, las nieblas y “pátinas” que se le atribuyen y la nobleza del material utilizado lo que decidiría la belleza y el valor de un objeto de arte “primitivo”. Se trataba de máscaras de creaciones humanas de menos de cien años de antigüedad, la mayoría de las veces hechas de madera clara, incluidas aquellas que utilizaban el fieltro de los sombreros antiguos, realzados con atributos perecederos como plumas, crin, paja, etc. no fueron los menos llamativos. Así todo volvió a su lugar y se restableció la única jerarquía admisible según la mayor o menor fuerza de sugestión , dependiendo esta última, en última instancia, del poder de la invención poética .

Para que la lección fuera aún más convincente, habría sido necesario una elección menos parsimoniosa de abrazar la amplitud del arte oceánico , lo que sin duda habría tenido el efecto de apartar el fermento imaginativo que continúa floreciendo en todo el Mar del Sur. islas. No fueron las dos máscaras de Asmat, prestadas por el Instituto Real de Ámsterdam, y la máscara de carey del Estrecho de Torres –por muy admirables que fueran– las únicas que podían explicar el proteísmo neoguineano, tal como él mismo se expresa en fiestas de suntuosidad sin igual. Las dos máscaras de Nueva Irlanda, del Musée de l'Homme, tampoco podrían pretender adentrarnos en esta selva de sentimientos tan originales donde el hombre - allí como en ningún otro lugar - sigue buscándose a sí mismo en las entrañas de la naturaleza y de forma incompleta. se desenreda de la serpiente y del pájaro. Con menos espacio dedicado a la antigüedad helénica y romana, que la exposición de Guimet sostuvo como peso muerto, la prospección en el dominio melanesio habría sido sin duda menos efímera. No habríamos tenido que lamentar, en particular, la omisión de las máscaras Sulka y Braining de Nueva Bretaña, que, en comparación con los estándares de apreciación cuestionados anteriormente, marcan una desviación decisiva y siempre me han parecido consagrar, en comparación con tales Tipos de máscaras africanas por ejemplo, el triunfo de lo volátil o, como todavía se dice, de lo sutil sobre lo grueso .

Las glosas eruditas que, en el catálogo de la exposición, debemos a los especialistas de las distintas etnias representadas, si región por región nos informan un poco sobre el significado alegórico de tal o cual máscara para quienes se adornan con ellas y sobre las competencias que se les atribuyen se abstienen de abordar el problema de la máscara en su ámbito y, de común acuerdo, rehuyen cualquier sensible al objeto considerado. ¿Podemos dudar de que este modo de aprehensión, que presupone desapego y frialdad, constituye a priori un obstáculo insuperable para el conocimiento? Es evidente que la máscara, como “instrumento de hipnosis”, como “condensador del subconsciente orgánico”, extrae toda su virtud del desorden que fue creada para generar.

Incluso lejos de la atmósfera cultural de la que emana y lo más desorientado posible entre nosotros, el dominio que ejerce sobre nuestro ser sólo puede depender en pequeña medida de las cualidades “plásticas” que le atribuimos. Tales máscaras fregeanas, de la “Heye Foundation” de Nueva York, me parecieron con un poder de encantamiento inigualable, hechas de un simple cono o cono de piel volteado y sumariamente pintado, con tres perforaciones circulares para los ojos y el boca, a través de la cual el largo pelaje interior avanza en mechones.

Romper la cadena emocional que nos conecta con los impulsos profundos de donde proviene la máscara es condenarnos a permanecer por debajo del problema real o a brindar sólo soluciones insignificantes.

Sr. Georges Buraud, autor de la obra autorizada sobre el tema [Les Masques, ed. du Seuil, 1948], escribe excelentemente: “ La primera de las máscaras es el rostro de la Esfinge. Una máscara es la aparición de una figura colocada sobre un cuerpo al que no parece pertenecer naturalmente, y que, sin embargo, nace de él y expresa el misterio de una manera inusual. La Esfinge es una máscara; Ciertos animales, cuya fuerza se asemeja a un disfraz, están enmascarados. La mujer que amo parece usar una máscara algunos días. »

Independientemente de lo que haya hecho el mundo civilizado para evitar que las alarmas se enciendan tan rápidamente en la máscara, todavía podemos juzgar la vivacidad de las reacciones que provoca en presencia de las máscaras mortuorias. Tales máscaras exigen una confrontación apasionada, casi celosa, con la imagen que conservamos o que hemos creado de un ser desaparecido. De semejante calvario emergen como confirmados y crecidos Pascal, Swift, Hegel, Nietzsche. La ensoñación que, concretamente, se desarrolla en París no duda ni un segundo en reconocerse en la famosa máscara de la Mujer Desconocida del Sena. Por otra parte, aunque estaba colgada en mi pared, seguiré teniendo dudas sobre la autenticidad de la máscara de Robespierre y nada puso más a Paul Éluard fuera de sí que escuchar que la máscara dada para la de Baudelaire podría ser verdaderamente suya.

La máscara, para el primitivo "instrumento de participación en las fuerzas ocultas del mundo", está lejos de ser el final de su carrera. Desde el yelmo emplumado del caballero que se esfuerza por subyugar al enemigo hasta el lobo de terciopelo y el bauti que especula con el anonimato en beneficio del deseo, podemos, en una escala más cercana a la nuestra, medir el alcance del prestigio que otorga el transfiguración, así como al eclipse, de lo individual en la apariencia del rostro humano. Aquí no se acabó nada. En los oídos de Lautréamont todavía resuena, como con nostalgia, “la época del dominó rosa y de los bailes de máscaras”. Nadie parece haberse sentido más obsesionado por la idea de la máscara que Alfred Jarry, cuyo rostro aparece a todas horas del día embalsamado con yeso y cosméticos. ¿Qué podría ser más significativo que el movimiento que le lleva a recortar y quemar, bajo el pretexto de que “estamos cambiando”, el óvalo de la cabeza del retrato que le pintó Henri Rousseau? La máscara de la heroína de Le Surmâle y la especulación que conlleva llevan esta idea de la máscara a la incandescencia. Jarry vuelve a esto en Absolute Love para afirmar que “el sexo de Varia es la anteojera de una máscara”.

Recuerdo que, para evitar la degeneración del teatro, Pierre Reverdy, hacia 1920, quería que el autor hiciera hablar a sus personajes sólo sobre el papel, poniéndose por turnos sus máscaras frente a un espejo. Todavía valdría la pena intentar el experimento, al que atribuyó el valor de un retorno a los principios.

Entra firmemente en la intención surrealista de proteger la máscara del viento del escarnio y de las manchas del carnaval. El paso decisivo en esta dirección lo dio Jean Benoît, como se mostró el 2 de diciembre de 1959 en la Ejecución del testamento del marqués de Sade. André Bretón. »

 

_________________________________________

 

Bibliografía:

Fénix de la máscara, André Breton, Perspectiva caballerosa, Obras completas.

Escritos sobre arte y otros textos , Bibliothèque de la Pléiade, p. 990-996.

Siglo XX , Nueva serie, n°15, Navidad 1960.

 

 

formulario de contacto

Qué hay de nuevo