André Bretón (1896.1966)
Manuscritos autógrafos firmados.
Dos páginas de ½ pulg.-4°.
St Cirq. 23 de septiembre de 1955.
Manuscritos de Breton, en doble trabajo, que presentan con fervor el nuevo espectáculo de Eugène Ionesco en el Théâtre de la Huchette. Este texto aparecerá bajo el título «Toupie ronflante» en «Les Cahiers des saisons» a finales de 1955.
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Una vez más, el Théâtre de la Huchette planta su vibrante peonza en el corazón del viejo París, absorbiendo todos los demás sonidos de la ciudad: ¡un nuevo espectáculo de Ionesco! Esta peonza, como en los mejores días de nuestra infancia, nos prepara para verla dar sus grandes giros y saltar sobre sí misma, arrastrando indefensos nuestros corazones. Todos miramos con atención su maravilloso vestido de oropel, que apela a todos los recursos de la incomprensión verbal, en plena exuberancia estos días, y cuyo adorno supremo es la insensatez, enamorada de su profundo significado. Y aquí tenemos otra habitación de nuestro modesto apartamento transformada en un palacio de espejismos. En el torbellino de la cima, sepamos captar la zona de gran deriva que se despliega alrededor de todos los asuntos serios, privados o públicos, observemos, si estamos en una línea de antecedentes, el lejano guiño de Kierkegaard a Hegel y el signo altivo que le responde, o contentémonos con escuchar -pero como si realmente tomáramos parte en ella- a la masa de tontos mientras nos insertamos en la ronda de los prisioneros.
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Una vez más, el Théâtre de la Huchette planta su vibrante peonza en el corazón del viejo París, absorbiendo todos los demás sonidos de la ciudad: ¡un nuevo espectáculo de Ionesco! Esta peonza, como en los mejores días de nuestra infancia, nos prepara para verla dar sus grandes giros y saltar sobre sí misma, como cuando se sometía indefensa a los latidos de nuestro corazón. Cualquiera que conserve la frescura suficiente para esto descubrirá todas las miradas ante su maravilloso vestido de oropel, que agota todos los recursos de la incomprensión verbal, en plena exuberancia de nuestros días y cuyo adorno supremo es el sinsentido, enamorado de su sobresignificación. ¡Y aquí hay una o dos habitaciones más de nuestro modesto apartamento que "destruyen" el palacio de los espejismos! En el torbellino de la cima, sepamos comprender la gran deriva que se despliega en torno a todos los asuntos serios, privados o públicos. Observemos, si nos encontramos en la línea de los antecedentes, el distante saludo de Kierkegaard a Hegel y el gesto altivo que le corresponde, pero sobre todo saboreemos, como magistralmente nos dispone Ionesco a hacerlo, en los límites de la risa espasmódica y la angustia, el amargo placer de ver nuestra condición privilegiada-subalterna desnuda, como en un estado de trance, tal que nos hace participar de inmediato en la masa de los necios y la ronda de los prisioneros. André Breton.